lunes, 11 de julio de 2011

El Cuadro

El pintor se encontraba apurado por otros trabajos, así que atendió sin esmero al arquitecto. Este encontró su retrato apoyado contra una pared, entre unos caballetes viejos. Estaba pintado sobre una gran madera blanca, sin marco, como era costumbre del pintor. Al principio se sorprendió, pero luego quedo extasiado ante el cuadro. Se maravilló de sus formas, sus colores, sus matises. Cada mancha era una revelación, cada linea una unión mágica del espacio, el conjunto entero una develación del subconciente y sus misterios.
Hizo colocar el cuadro en el centro de su líving, bien visible a las visitas, a las que siempre fascinaba con aquel tesoro. Con los años, las visitas fueron cada vez mas distinguidas, pero el arquitecto siempre encontraba ocasión de lucir la obra.
Cuando el arquitecto murió, su herencia quedó en manos de un sobrino que apenas conocía. Este decidió que era mejor retirar el cuadro, ya legendario, y donarlo al museo dedicado al artista que lo pintara muchos años antes.
Cuando los obreros retiraron el cuadro de la pared, grande fue su sorpresa al encontrar del lado opuesto, enorme, descolorido, lleno de polvo, un retrato casi fotográfico del finado arquitecto.

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